En las últimas décadas, la relación entre los perros y los seres humanos ha experimentado una transformación radical. Lo que antes eran compañeros de caza o vigilantes incansables, hoy se han convertido en miembros integrales de la familia, compartiendo el sofá y adoptando un estilo de vida más sedentario. Este cambio ha provocado que los científicos pongan atención en un fenómeno sorprendente: los perros están atravesando una nueva fase evolutiva.
De acuerdo con un estudio dirigido por Brian Hare, profesor de antropología evolutiva en la Universidad de Duke, y Vanessa Woods, gerente del programa Duke Puppy Kindergarten, los perros modernos están mostrando adaptaciones biológicas y cognitivas que les permiten encajar mejor en el mundo contemporáneo. Este estudio fue publicado en The Atlantic, donde ambos expertos son coautores de Puppy Kindergarten: The New Science of Raising a Great Dog. Los resultados sugieren que los perros, especialmente aquellos entrenados como animales de servicio, están desarrollando características que los preparan para la vida en el siglo XXI, marcando lo que podría considerarse una tercera ola de domesticación.
Lo que hace que este hallazgo sea aún más significativo es la rapidez con la que estos cambios han ocurrido. En solo una generación, los humanos han cambiado las reglas para sus perros, obligándolos a adaptarse a entornos cada vez más urbanos y menos salvajes. ¿Cómo están respondiendo los perros a este cambio? Los científicos creen que las claves para entender este fenómeno están profundamente arraigadas en la evolución social y la domesticación de los perros a lo largo de miles de años.
Durante gran parte de la historia, los perros fueron valorados principalmente por las tareas que podían realizar. Cazaban, vigilaban la propiedad y ayudaban a pastorear el ganado. Estos roles exigían un impulso de presa activo, mucha energía y, a menudo, una desconfianza hacia los extraños. Incluso hace algunas décadas, se esperaba que los perros actuaran como guardianes de la casa, protegiendo tanto a las personas como a las propiedades.
Sin embargo, la urbanización ha cambiado este escenario. Hoy, en lugar de cazar o proteger, los perros se han integrado en las familias, compartiendo espacios cerrados y un estilo de vida mucho más sedentario. Los estadounidenses, por ejemplo, ya no buscan un perro que ladre a cada ruido. Prefieren un compañero que pueda descansar bajo el escritorio durante una jornada de trabajo remoto o que sea amigable con otros animales en el parque. “Los lugares salvajes y abiertos donde antes los perros podían deambular se han reducido drásticamente”, comenta Hare en su investigación, destacando cómo la evolución de los entornos ha tenido un impacto directo en el comportamiento canino.
Uno de los puntos más importantes del estudio de Hare y Woods es la comparación entre los perros domésticos y los perros de servicio. Estos últimos, a menudo entrenados para ayudar a personas con discapacidades, no solo son más obedientes, sino que también parecen tener un nivel de cognición social superior. Son extremadamente amigables y, desde cachorros, muestran una inclinación natural hacia las interacciones humanas. Este rasgo, que los distingue incluso de los perros domésticos más comunes, podría ser un indicio de cómo la selección artificial está moldeando una nueva generación de perros.
“Estos perros están excepcionalmente bien adaptados a las demandas del siglo XXI”, afirman Hare y Woods. Gracias a su carácter calmado y su disposición para interactuar con extraños, los perros de servicio parecen estar en la vanguardia de lo que los expertos denominan la “tercera ola de domesticación”. Este proceso no es nuevo: los humanos ya han moldeado el comportamiento de los perros durante miles de años, desde los primeros lobos que comenzaron a convivir con los humanos, hasta los perros de raza que se popularizaron tras la Revolución Industrial.
Los perros no siempre han sido los compañeros amables que conocemos hoy. Hace entre 40.000 y 14.000 años, los humanos vivían como recolectores y cazadores. En ese entonces, los lobos salvajes comenzaron a acercarse a los asentamientos humanos, atraídos por los restos de comida. Los lobos menos agresivos, aquellos que no huían ni mostraban miedo hacia los humanos, fueron los que lograron sobrevivir y reproducirse. Este proceso de selección natural no solo cambió el comportamiento de los lobos, sino que también trajo cambios físicos, como las orejas caídas o los pelajes manchados, características comunes en muchas razas de perros actuales.
Durante la Revolución Industrial, se dio una segunda ola de domesticación, donde el énfasis dejó de estar en las habilidades prácticas, como la caza o el pastoreo, para centrarse en la apariencia. Esta tendencia se mantuvo durante décadas, creando las razas que conocemos hoy. Sin embargo, según el estudio de Hare y Woods, esta fase está llegando a su fin. Los humanos están comenzando a valorar nuevamente la personalidad de los perros, buscando compañeros que puedan integrarse sin problemas en la vida urbana.
El estudio plantea la hipótesis de que estamos en los primeros pasos de una tercera fase de domesticación. Esta fase se caracterizará por la crianza de perros que no solo se ajusten a las demandas sociales, sino que también tengan un temperamento amigable y adaptable. Al igual que los experimentos en los años 50 con zorros en Rusia, donde se seleccionaron animales por su naturaleza amigable hacia los humanos, los perros de servicio muestran cómo la selección por comportamiento puede moldear rápidamente a una especie.
Si bien muchos dueños de perros todavía eligen a sus mascotas basándose en el aspecto, Hare y Woods argumentan que la verdadera adaptación para el futuro radica en criar perros que puedan manejar el estrés de la vida urbana, convivir con otros animales y responder positivamente a los humanos.
A medida que los perros continúan adaptándose a este nuevo mundo, Hare y Woods sugieren que la clave para el éxito será criar y entrenar a más perros como animales de servicio. “El futuro de la domesticación canina está en nuestros propios hogares”, concluye Woods. La demanda por perros que puedan integrarse fácilmente en la vida humana urbana está creciendo, y esto podría llevar a cambios evolutivos aún más rápidos.
Con el tiempo, esta nueva fase de domesticación podría no solo cambiar la manera en que los perros se comportan, sino también cómo interactúan con los humanos y su entorno. Los perros del futuro, más amigables y adaptados a la vida en interiores, podrían ser muy diferentes de los compañeros que los humanos tuvieron hace solo unas décadas. Brian Hare y Vanessa Woods nos ofrecen una visión fascinante del futuro de los mejores amigos del hombre, y cómo la evolución sigue moldeando a estos fieles compañeros en un mundo en constante cambio.