El cáncer de próstata constituye uno de los desafíos sanitarios más extendidos y persistentes para los pacientes de este tiempo. Sobre todo para los hombres a partir de los 50 años que deberían realizarse un simple análisis de sangre que detecta la Proteína Producida por la Próstata (PSA, por su sigla en inglés), también llamado screening o cribado; sumado a un tacto rectal para evaluar la glándula prostática. Si hay antecedentes familiares directos de cáncer de próstata, el estudio debe comenzar antes, aproximadamente a los 40 años.
Hasta aquí la actualidad más conocida y alentadora del cáncer de próstata, junto al método más accesible y conocido para detectarlo de manera temprana. Y es justamente aquí mismo donde aparece el primer obstáculo: la limitada eficacia de la realización de la PSA o cribado como método de prueba diagnóstica. La objeción al screening radica en sus altas tasas de falsos positivos, es decir su propensión al sobrediagnóstico. Pero también porque es insuficiente para identificar los casos clínicamente significativos.
En este marco el estudio BARCODE1, publicado el pasado 9 de abril en The New England Journal of Medicine por expertos del Instituto de Investigación del Cáncer de Londres y The Royal Marsden NHS Foundation Trust, también del Reino Unido, vino a cambiar las cosas. Propone una alternativa diagnóstica basada en la genética: la puntuación de riesgo poligénico. Esto significa la estimación de la amenaza que enfrenta una persona de desarrollar una enfermedad —en este caso, cáncer de próstata— a partir de la presencia acumulativa de múltiples variantes genéticas comunes, denominadas polimorfismos de un solo nucleótido (SNP).
Estas variantes, individualmente, tienen un efecto modesto sobre el riesgo, pero en conjunto pueden ofrecer una evaluación más precisa de la posibilidad de contraer la enfermedad. A diferencia de las mutaciones hereditarias raras, como las de los genes BRCA1 o BRCA2, la puntuación de riesgo poligénico incorpora decenas o cientos de SNP identificados en estudios de asociación genómica (GWAS).
Para brindar claridad a esta revelación del paper del NEJM, el médico genetista Jorge Dotto explicó: “El futuro llegó. La genética es más eficiente para detectar el cáncer de próstata que el test de sangre del PSA y la resonancia magnética”.
Según el especialista, los hallazgos del estudio demuestran que el análisis de múltiples polimorfismos —SNP o SNIPS— permite identificar con precisión casos clínicamente importantes que las herramientas tradicionales no detectan. Más del 70% de los cánceres significativos que eran los que tenían un Gleason Score [NdeR: las puntuaciones más altas indican una forma más agresiva de cáncer de próstata] de siete o más no habrían sido detectados por PSA ni por resonancia”, indicó Dotto.
El estudio BARCODE1 se diseñó como un ensayo prospectivo de un solo grupo, conducido en 69 centros de atención primaria del Reino Unido, para evaluar si esta puntuación puede utilizarse como herramienta de estratificación inicial para orientar un cribado más eficiente. Dicho de otro modo, se buscó saber si un análisis genético puede ayudar a decidir mejor quiénes deberían hacerse pruebas para detectar el tumor. El rango etario de los pacientes seleccionados estuvo conformada por varones de entre 55 y 69 años, sin antecedentes personales de cáncer de próstata y con ascendencia europea.
Tras la recolección de las muestras de saliva, se calcularon puntuaciones de riesgo poligénico con base en 130 variantes genéticas previamente asociadas con un aumento del riesgo de cáncer prostático. A los participantes ubicados en el percentil 90 o superior —es decir, en el 10% con mayor carga genética de riesgo— se les ofreció un protocolo de cribado que incluía una resonancia magnética multiparamétrica y una biopsia transperineal, independientemente de sus niveles de PSA.
Dotto explicó que el puntaje de riesgo poligénico se obtiene al calcular el peso acumulado de múltiples variantes genéticas, muchas de las cuales están involucradas en funciones clave del desarrollo tumoral, como la reparación del ADN (genes BRCA1, BRCA2 y ATM), el crecimiento celular (MSMB) y la regulación hormonal (respuesta a los andrógenos). Este enfoque, agregó, tiene ventajas notables: “Se basa en el ADN, no cambia con la edad, solo se necesita una muestra de saliva y los resultados sirven de por vida”.
Es decir que el puntaje de riesgo poligénico se calcula a partir de variantes genéticas relacionadas con el cáncer, usando una muestra de saliva, y tiene la ventaja de que es constante a lo largo de la vida y se basa en funciones clave como la reparación del ADN y la regulación hormonal.
De acuerdo con el trabajo, entre los 6.393 participantes del estudio, 745 presentaron puntuaciones en el decil superior y fueron derivados a estudios diagnósticos. Se detectó cáncer de próstata en el 40% de quienes se sometieron a la resonancia y la biopsia, y más de la mitad de esos tumores (55,1%) eran clínicamente significativos.
La puntuación de Gleason igual o superior a 7 —indicativa de riesgo intermedio o alto según los criterios de la National Comprehensive Cancer Network (NCCN)— se convirtió en el criterio para definir la necesidad de tratamiento. Según explicó Dotto, “cuando la glándula prostática con cáncer se parece menos a la glándula sana, el score es más alto, lo que significa que el tumor tiene más capacidad de crecer y diseminarse”.
Los datos del estudio mostraron que el 71,8% de los casos clínicamente relevantes habrían pasado desapercibidos si se hubiesen aplicado solo los criterios tradicionales de PSA elevado y hallazgos positivos en la resonancia magnética.
Este hallazgo respalda el valor del riesgo poligénico como una herramienta para personalizar la frecuencia y la intensidad de los controles urológicos. En palabras de Dotto, “este avance representa un paso más hacia la medicina de precisión, donde el análisis genético se convierte en una brújula que guía nuestras decisiones antes de que aparezcan síntomas”.
Los datos sobre el riesgo absoluto a 10 años también respaldan el uso de esta herramienta genética como complemento útil en la estratificación inicial. Este riesgo representa la probabilidad de desarrollar cáncer de próstata en los próximos diez años.
En el estudio BARCODE1, casi todos los participantes en el decil superior del riesgo poligénico superaban el umbral del 3,8%. Ese valor es considerado óptimo porque seleccionar a personas por encima de ese nivel para programas de cribado permite maximizar la cantidad de años de vida ganados ajustados por calidad y evita estudios innecesarios en quienes tienen un riesgo bajo.
En paralelo al avance que representa la puntuación de riesgo poligénico, se están explorando otras alternativas diagnósticas que podrían complementar —o incluso transformar— los métodos actuales. Entre ellas se destaca una nueva técnica de biopsia líquida desarrollada por equipos multidisciplinarios en el Reino Unido, Ucrania y China, entre otros países. Este procedimiento, aún en fase experimental, se basa en el análisis de cristales de sangre deshidratada, aprovechando cambios estructurales en las proteínas plasmáticas que se producen en fases tempranas del cáncer.
El responsable del desarrollo, el profesor Igor Meglinski, explicó: “Nuestro estudio introduce una técnica pionera en el ámbito de la biopsia líquida, en consonancia con la búsqueda constante de métodos de diagnóstico no invasivos, fiables y eficaces”. Los ensayos iniciales, publicados el año pasado en Scientific Reports, alcanzaron una precisión diagnóstica del 90% tanto para detección precoz como para clasificación del cáncer.
Por otra parte, la integración de biomarcadores genéticos específicos —como el BARCODE1— en la investigación oncológica sigue avanzando. Por ejemplo, también un equipo de la Universidad Complutense de Madrid identificó 27 genes clave para la metástasis del cáncer de próstata, destacando al gen PRMT7 como un posible blanco terapéutico. Estos hallazgos, aunque todavía distantes de su aplicación clínica, ilustran el giro hacia la medicina personalizada, donde el perfil genético del tumor y del paciente comienza a determinar estrategias de diagnóstico y tratamiento más precisas.