Katie Perry demanda a Katy Perry en Australia, el caso podría sentar precedentes que dejaría a algunas empresas vulnerables frente a marcas extranjeras

Una es una estrella del pop internacional que acaba de ir al espacio. La otra es una diseñadora de ropa. Un tribunal en Australia decidirá cuál de las dos tiene derecho a reclamar su nombre.

Katie Perry, una diseñadora australiana con una marca de moda homónima, ha sostenido durante años que Katheryn Hudson —la superestrella internacional conocida en casi todo el mundo como Katy Perry— ha infringido su marca registrada.

Su caso ha pasado por los tribunales australianos durante más de cinco años, con resultados variados. La diseñadora ganó en 2023, pero un tribunal de apelaciones revirtió ese fallo el año pasado, pareciendo zanjar la disputa.

Ahora, el Tribunal Superior de Australia —la instancia judicial más alta del país— está reexaminando el conflicto, lo que sugiere que el tribunal de apelaciones pudo haberse basado en un supuesto erróneo sobre la fama que podría poner en riesgo a marcas australianas.

“Esta es la historia de dos mujeres, dos sueños adolescentes y un solo nombre”, dijo un juez australiano en 2023. Pero el caso tiene implicaciones más amplias y plantea preguntas sobre la reputación y las múltiples formas en que las celebridades generan ingresos.

El conflicto entre las dos Perrys surgió por primera vez alrededor de 2009, un año después de que la cantante estadounidense lanzara su exitoso sencillo debut, “I Kissed a Girl”. Los representantes de la estrella dicen que intentaron llegar a un acuerdo con la diseñadora sobre el uso de sus nombres similares, pero que ella se negó. Ella sostiene que nunca recibió ninguna oferta.

Katie Perry, la diseñadora, afirma que lanzó su marca en 2006, empezó a trabajar en ella a tiempo completo en 2007, solicitó una de sus marcas registradas en 2008 y la inscribió en 2009. Todo eso, asegura, ocurrió antes de que la cantante alcanzara gran fama en Australia.

Una década después, demandó a Katy Perry, alegando que las ventas de ropa durante una de las giras de la cantante por Australia infringían su marca registrada.

La diseñadora ganó inicialmente. Un juez dictaminó que la celebridad estadounidense no tenía reputación en el ámbito de la moda cuando la australiana solicitó la marca registrada. Eso significaba que la cantante no tenía un derecho superior sobre su nombre artístico en lo relacionado con ventas de ropa, y el juez concluyó que algunos artículos vendidos en su gira australiana sí infringieron la marca de la diseñadora.

Pero el año pasado, un tribunal de apelaciones anuló esa decisión. Y, en un giro inesperado, fue más allá: los jueces también dijeron que la marca registrada de Katie Perry nunca debió haberse concedido, y ordenaron su cancelación.

Según ellos, la estrella del pop ya tenía reputación cuando la diseñadora solicitó su marca, lo que hacía probable que la celebridad se expandiera al mundo del merchandising y que la marca australiana pudiera confundir a los consumidores.

Al decidir reabrir el caso, el Tribunal Superior expresó su preocupación de que el fallo del tribunal de apelaciones, aunque aparentemente inofensivo, en realidad podría haber establecido un precedente preocupante.

Lo que se desprende de la lógica del tribunal de apelaciones “es mucho más significativo de lo que parece haberse comprendido”, dijo la jueza Jayne Jagot en una audiencia la semana pasada, poco antes de que ella y sus colegas aceptaran revisar la apelación de la diseñadora, algo que, según los expertos, hacen en solo el 10% de los casos presentados.

Los jueces cuestionaron el razonamiento del tribunal de apelaciones, sugiriendo que se había basado en una premisa problemática: que los artistas famosos inevitablemente expanden sus marcas. Reflexionaron sobre cuán amplio podría ser ese criterio y si esa lógica requería también la capacidad de prever el futuro.

“Si uno es lo suficientemente famoso, la capacidad de monetizar se extiende en todo tipo de direcciones, no solo en la ropa: también en whisky, vino, maquillaje”, dijo la jueza Jagot. “Se vuelve difícil imaginar una actividad comercial que no estaría cubierta”. Añadió que una celebridad incluso podría expandirse a servicios médicos o dentales, como “Katy Perry Invisalign, o lo que sea”.

El juez Simon Steward coincidió, y dijo que también parecía haber una suposición implícita de que la marca de la estrella continuaría teniendo éxito, expandiéndose y generando ingresos indefinidamente, algo difícil de prever. “¿Cómo podía saberse entonces que seguiría siendo exitosa?”, preguntó al representante de la celebridad, Matthew Darke.

Darke insistió —una y otra vez— en que no había ninguna cuestión legal con consecuencias más amplias. Negó que el tribunal de apelaciones hubiera cometido errores. “Fue perfectamente apropiado que el tribunal razonara como lo hizo, y no hay error alguno”, afirmó.

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